Estamos en aquella época del año donde poner pies en polvorosa es cuestión de estado. La mayoría nos adaptaremos a lo que buenamente podremos según las reglas que nos dicte la pandemia. Bien sea, en las quimbambas, para los más pudientes, o pertrechados de tortilla, cubo y pala, en alguna de nuestras playas, para el resto.
Así las cosas, como sea que cada vez más tenemos más conciencia del “Y si”. Es decir, aquello de: “Y si” mientras vamos de viaje perdemos el enlace del avión por culpa de la huelga de los trabajadores de tierra de la aerolínea tal. “Y si” nos pierden las maletas en el aeropuerto de Sebastopol. “Y si” enfermamos durante nuestro canibalesco viaje por Nueva Guinea Papua. “Y si” me roban en la playa. “Y si” me intoxico en el chiringuito. Pues bien, alguna de éstas y muchas otras dudas, cada vez más, encuentran acomodo en forma de contrato de seguro.
El mercado (sic. asegurador) ofrece una amplia y variada oferta de productos donde se resuelven o indemnizan problemas médicos, de repatriación, de secuestro, rescate, perdida de equipajes o enlaces, de no disfrute de vacaciones, accidentes, responsabilidad civil, etc.
En este sentido, UNESPA, patronal de las principales aseguradoras españolas, dice que: “considerando todos los elementos ligados a los viajes y a las vacaciones en su conjunto, el gasto en seguro de viajes supone 2 de cada 1.000 euros gastados. Esto es, en parte, porque todavía demasiada gente en España viaja sin estar asegurada; pero también lo es porque el seguro no supone una carga excesiva dentro de la factura de un viaje.” Vemos pues, como puede resultar interesante dado el escaso costo, valorar la posibilidad de cubrir los “Y si” con alternativas y soluciones económicas que, de algún modo, permitan resarcirnos de los imprevistos que se pueden cubrir. En este sentido, es curioso saber que: “el coste medio de las asistencias (aseguradas) ronda los 800 eur ya que se pondera con casos de percances particularmente caros. Esto se debe a que en los destinos remotos las prestaciones son más costosas que en cualquier otro país europeo, donde tanto la cercanía como la misma estructura social hace más fácil la gestión del percance. Según los datos del año 2016, por ejemplo, viajeros que eligieron como destino de viaje Camerún o la Antártida, tuvieron percances por los que el seguro llegó a pagar 10.000 euros o más. “
Según lo anterior, podrán disipar sus dudas con algún mediador de seguros colegiado que les atenderá gustosamente, pero con una salvedad: siempre antes emprender el viaje y con tiempo suficiente, es decir, no se puede hacer nada si ya se conoce la huelga de tal o cual compañía aérea, o si sabemos que el volcán de nombre imposible acaba de entrar en erupción, por poner algunos supuestos.
A su vez, deben entender también que hay “Y si” no asegurables. Vaya el ejemplo: Me llamó una clienta con intención de viajar, mochila en ristre, por la zona del cuerno de África (Sudán, Etiopia, Somalia, principalmente). Me preguntó que si contrataba el seguro, en el caso de sufrir una enfermedad (por ejemplo: apendicitis) por esa zona, éste (el seguro) la llevaría a un hospital. Obviamente, después de recitar internamente el número pi, para no sulfurarme, respondí: “Depende de cuan lejos se encuentre del hospital y de los medios de que disponga, ahora bien, sin haber pisado jamás esas lares, entiendo que parece lógico que si los nativos de la zona lo tienen chungo ante tal tesitura, muy seguramente Ud. también”. Es decir, los seguros puede dar prestaciones si existen, o indemnizar circunstancias cuantificables y valoradas de forma anticipada, pero gestionar lo inexistente es tremendamente difícil, como diría un optimista convencido.
Para entender mejor lo que les digo, disponen de la película “Lo imposible”, de JA Bayona. Aquella en la que una familia, donde había una Doctora española, sobrevivió al Tsunami del 2004 en el Océano Índico por un cúmulo de razones y circunstancias absolutamente milagrosas, si bien, la repatriación de esa zona catastrófica, donde pocos podían y sabían cómo hacerlo, sí intervino una aseguradora suiza la cual aparece perfectamente identificada al final del relato, y de la que “zolo lez haré ezte ezpoiler”.
¡Felices vacaciones!
Fuente: Alex Mestre Perolada.